viernes, 19 de septiembre de 2008

"un domingo cualquiera"


A la memoria de
Abigail Tayler-Fobes
1962-1997
y
Mary Tayler-Fobes
1917-1997

Abigail ve de nuevo la hora en su reloj digital 09:47.
Busca su asiento en el primer vagón del tren. Es lo mismo cada domingo, viajar por más de una hora de Chicago hasta South Bend, para ver a su madre en el asilo donde ahora vive.
El asiento continúo esta ocupado por una anciana.
Hoy, es de esos días en que no desea hablar con nadie, menos con ancianas extrañas que de seguro hablará de su mala salud como un castigo divino merecido, del mal clima y de cómo su esposo regresó de la guerra de Vietnam.
Una voz en la bocina anuncia la salida y la hora: 09:50, ve su reloj 09:52.
El tren avanza lento, afuera la gente parada parece moverse, como si se desplazaran a velocidad sin esfuerzo. Empieza a llover. Abigail ve a su alrededor, el vagón está casi lleno. El recorrido le es conocido y la mayoría de las veces aburrido, así es que decide leer “The Chicago Herald”, donde trabaja como periodista financiera. Mantener a su madre lejos de ella, en una ciudad cercana es lo mejor. Su enfermedad avanza rápido volviéndola una anciana atada a una silla de ruedas y cada vez más incapaz de escuchar, casi sorda.
11:20, el tren llega puntual como siempre. Los pasajeros bajan. Abigail toma un taxi, se dirige al conductor -Por favor al asilo St. Paul del 2532 de la Avenida Western.-De acuerdo- responde el chofer.
A su llegada es recibida por el director, quien la saluda y le pide hablar con ella antes de que se marche, ella acepta. Se dirige a recepción: Vengo de visita con Mary Tayler-Fobes. Si adelante, contesta la encargada.
Se dirige a donde su madre, esta vez la encuentra sola en la habitación, se acerca hablándole en voz baja, ella no responde, pone su mano sobre su hombro, entonces voltea, la anciana al verla llora. Abigail no entiende que pasa, la abraza. No pide ayuda a la enfermera de guardia, cree que llora por verla de nuevo, pero al mismo tiempo piensa que es un llanto que pregunta: ¿Por qué me has dejado aquí? Llévame contigo. Abigail supone las preguntas y al mismo tiempo las responde, en el fondo siente culpa. Llevarla de regreso a casa, para estar juntas, viajar o de vez en cuando ir al cine, no es posible, no es como antes.
La anciana deja de llorar y le dice: Vamos a casa, tengo cosas que hacer, cuidar mis plantas ¿recuerdas cuando niña, me ayudabas a plantar y después a regarlas? ¿Recuerdas cuando te llevaba al circo? Que tanto miedo le tenías a los leones. La anciana ríe al recordar, pero se ahoga en su risa, Abigail le da de tomar un poco de agua.
Mamá, es mejor que entres en la cama y descanses un poco. La anciana no la escucha. Toma las manos de Abigail entre las suyas, las besa y le dice: ¿Nena, recuerdas el día en que aprendiste a pasear en bicicleta? Si lo recuerdo. Contesta.
Abigail ve su reloj 12:03, es hora de comer, llama a la asistente para llevar a su madre al comedor. Comen juntas. Trata de entablar conversación, la anciana apenas la escucha y no responde. Es como hablar sola.
Decide usar su computadora personal. Su madre la observa y le pregunta: ¿Hija, has traído un televisor? Abigail esboza una sonrisa y contesta: No mamá, es otra cosa, termina tu comida.
Después de comer llama a la enfermera para llevar a su madre de regreso a la habitación.
-Mamá, es mejor que duermas un poco, mientras tanto estaré aquí leyendo.
-Hace frío
-Sí, te cubriré ahora.
-¿Recuerdas cuando te lleve de vacaciones a la playa?
-Sí, lo recuerdo
-Te gustaba tanto enterrarte en la arena diciendo que eras un cangrejo gigante-la anciana ríe-

Abigail ve su reloj: 14:45, decide volver a Chicago, aprovechando que su madre dormirá siesta.
Prefiere no despedirse. Se dirige a recepción preguntando por el director del hospicio, que le pidió hablar con ella.
-Disculpe ¿Puedo hablar con el Sr. James Failer?
-Lo siento, ahora no se encuentra, estará aquí en un par de horas.
-Bien, entonces hablare después con él, gracias.
-Si claro, de nada.

Toma un taxi a la estación, justo a tiempo para el tren de las 15:30. Empieza a llover. Ahora el asiento continuo esta vació. Mejor. Salida a tiempo. Mal clima. Nubarrones. Descargas eléctricas. Viento. Ve a través de la ventana. No le dio importancia al clima antes de salir de casa.
Mary, sola en su habitación se queda dormida. Sueña. Mary niña. Corre en la nieve. Se detiene. Corre de nuevo. Se detiene. Voltea a su alrededor, para ella los árboles cubiertos de nieve son soldados uniformados. Ejercito a su mando. Mary militar de guerra. Mary dormida suda frío. A la distancia escucha la voz de su madre que le dice: ¡Vamos te estamos esperando! Mary mujer. Corre en línea recta. Se detiene. Se da cuenta que esta en la orilla de un acantilado. La fuerza del viento pareciera empujarla al vació. Mary dormida respira por la boca, le cuesta trabajo, le falta el aire. Palidece. Escucha una voz de niña: ¡Vamos mamá, encuéntrame! Mary corre en dirección contraria, grita: ¿Abigail dónde estás?, sigue corriendo. Se detiene. Se encuentra parada en la vía del tren. Empieza a llover. El tren se acerca. El ruido de la locomotora la hace taparse los oídos. Mary se baja de la vía. Su corazón se acelera, cien latidos por minuto. Ve pasar los vagones vacíos. Silencio absoluto. En un vagón ve a Abigail que le sonríe y con la mano le dice adiós. Mary sufre contracciones musculares en su pecho. Su flujo sanguíneo se interrumpe. Su corazón se detiene. Mary muere dormida.

Abigail abordo en el tren cabecea. Se resiste al sueño, busca su bolso. Piensa que no está mal dormir un poco. El viaje será más corto. Se reacomoda en el asiento con los brazos cruzados. Respira hondo. El ruido constante de las ruedas sobre el riel de acero le agrada. Se queda dormida.

A 25 kilómetros de la estación una de las ruedas del tercer vagón se rompe. Algunos escuchan el estallido, después el ruido de un metal que arrastra provocando chispas. La lluvia arrecia. El tren continúa avanzando. Los vagones dos y tres empiezan a balancearse. Abigail despierta por los gritos de algunos pasajeros y al mismo tiempo sale catapultada contra el techo golpeándose en la cabeza. Siente calor, frió. En segundos los vagones son un gran cerro de acero. Se escuchan lamentos. Unos piden ayuda. Otros guardan silencio por siempre. Vidrios rotos. Sangre mezclada con lluvia.

“Un auto cruza la vía del tren provocando el accidente” dice el noticiero.
151 muertos. 70 heridos.

“Abigail te estamos esperando”












2 comentarios:

HPDIAZ dijo...

Hola... acabo de terminar de leer la historia de Abigail, un domingo cualquiera, y la enseñanza que deja es excelente, no dejar nada pendiente inclusive el decir TE QUIERO...y disfrutar al máximo a los que queremos....

"Yo En Resistencia" dijo...

Colega me ha encantado esta ultima frase...no recuerdo haberla leido en el cuento antes

ABIGAIL AUN TE ESTAMOS ESPERANDO

¡¡Bravo amigo...esta frase dice mucho!!

Un abrazo


LIBELULA VIVIENTE